Si ya sabía yo que tanto tropezar por los caminos (para bajar y para subir) o ser alimento de insectos (garrapatas, tábanos y arañas); tantos ladridos amenazantes o lametones en el objetivo de la cámara; tantos bocadillos y empanadas; arañazos de cotoyas o escayos, y ataques traicioneros de las ortigas; pingaduras de lluvia; botas nuevas que destrozan los pies y cómodas botas viejas que dejan entrar el agua; saltar murias, pasar por debajo de alambradas de espinos, recibir calambrazos; mirar de reojo a las vacas por si son de las listas y a los bajos por si son toros; pisar cuchu... iba a tener su recompensa. Así que allí estaba mi premio, en una aldea abandonada hacía mucho tiempo, en medio de un prado. Mi tesoro...
No hay comentarios:
Publicar un comentario