Del monasterio sólo se conservan las ruinas del cierre
Monasterio de Santa María de Lapedo (Santa María de Belmonte), grabado realizado por Francisco Javier Parcerisa i Boada (1803-1875) para "Recuerdos y bellezas de España"
La historia de Belmonte está unida a la construcción por la reina Velasquita, a finales del siglo X, de la villa Lapideum o Lapedo. En el año 1032, Bermudo III permuta la propiedad con los condes Pelayo Froilaz y Aldonza Ordóñez, quienes fundan en estas tierras una iglesia propia o monasterio.
Tras el fallecimiento de los condes, la propiedad se repartió entre los herederos, pero su bisnieto, Pedro Alfonso, consigue reunirla de nuevo en el siglo XII. Además, sus propiedades se verán aumentadas por permutas, donaciones relaes, donaciones de grandes señores y también de campesinos, lo que le permitirá ampliar los dominios territoriales del monasterios, hasta llegar a convertirse en el protagonista de la actividad económica de toda la comarca.
Fue especial la protección dispensada por el rey Alfonso VII, quien lo puso bajo su protección, consolidándolo como señorío territorial y jurisdiccional. Así, el monasterio ostentará posesiones no sólo en Belmonte, sino también en Teverga, Grado, Somiedo, Pravia, Avilés, Tineo, Salas, Villaviciosa, Yernes, Tameza, Vegadeo, Salas, Candamos, Cudillero, y en León. En 1151, Alfonso VII promulga un privilegio por el que se fija el coto monástico y su jurisdicción territorial, civil y criminal, el cual será ejercido hasta 1827, en el que se decretará el fin de esta jurisdicción, agregándose al territorio de Belmonte de Miranda.
En 1836, con la desamortización de Mendizábal, se acelera la ruina del monasterio y sus restos son utilizados en la construcción de otros edificios de la localidad, como la antigua cárcel. El retablo barroco de la iglesia del monasterio se conserva en la iglesia de San Martín de Calleras (Tineo).
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